La protección química determina la cantidad de producto necesaria en función de los posibles ataques a que pueda estar sometida, llamadas clases de uso, mientras que las medidas constructivas tratan de reducir o eliminar el peligro de los diferentes agentes degradadores; evitando en la medida de lo posible los cambios de humedad de la madera, la acción directa del sol o la acción directa de la lluvia u otros líquidos.
Los detalles constructivos tienen la finalidad de mantener la madera seca y ventilada, son eficaces contra los hongos xilófagos, las termitas y las inclemencias atmosféricas, pero por lo general no son efectivos contra los insectos xilófagos de ciclo larvario, siempre procurando que la madera esté seca y ventilada. (este apartado se resumirá en un futuro artículo).
Para la protección de la madera mediante tratamiento químico hay que tener en cuenta la clasificación según las clases de uso:
Clases de uso: las clases de uso son un concepto definido por las normas para intentar valorar el riesgo de ataque de agentes xilófagos, en función del lugar donde se va a instalar la madera. Una vez determinada, teniendo en cuenta las medidas constructivas y la especie de madera, se puede prescribir el tratamiento químico adecuado.
Las clases de uso dependen principalmente del grado de humedad que pueda alcanzar la madera durante su vida de servicio:
• inferior al 18%
• ocasionalmente superior al 20%
• frecuentemente superior al 20%
• permanentemente superior al 20%
La clasificación no es perfecta y existen situaciones en las que se solapan varias clases de uso; en especial la frontera entre la clase de uso II y la III.
Clase de uso I: situación en la cual el elemento está bajo cubierta, completamente protegido de la intemperie y no expuesto a la humedad. La madera y sus productos derivados alcanzan contenidos de humedad de equilibrio inferiores al 20%. Como por ejemplo las vigas o pilares en el interior de edificios.
Clase de uso II: situación en la cual el elemento está bajo cubierta y completamente protegido de la intemperie, pero en la que se puede dar ocasionalmente una humedad ambiental elevada que puede conducir a una humectación ocasional (humectaciones superficiales) pero no persistente. La madera y sus productos derivados alcanzan ocasionalmente contenidos de humedad de la madera mayores que del 20%. Como por ejemplo estructuras de piscinas cubiertas y elementos estructurales próximos a conductos de agua.
Clase de uso III: Situación en la que el elemento se encuentra al descubierto pero no en contacto con el suelo. El contenido de humedad de la madera puede superar el 20%.
Clase de uso III.1 El elemento estructural se encuentra al exterior, por encima del suelo y protegido, es decir sujeto a medidas de diseño y constructivas destinadas a impedir una exposición excesiva a los efectos directos de la intemperie, inclemencias atmosféricas o fuentes de humedad. La humedad de la madera puede superar ocasionalmente el contenido de humedad del 20%. Como por ejemplos: viga voladiza al exterior con la zona superior protegida por una albardilla.
Clase de uso III.2. el elemento estructural se encuentra al exterior, por encima del suelo y no protegido. En estas condiciones la humedad de la madera supera frecuentemente el contenido de humedad del 20%. Por ejemplos los elementos con caras superiors o testas sometidas a la acción directa del agua de la lluvia, pilares muy cercas al suelo sometidos a salpicaduras de lluvia o acumulaciones de nieve, etc.
Clase de uso IV: Situación en la cual el elemento está en contacto con el suelo o con agua dulce y expuesto a una humidificación permanente. La madera y sus productos derivados alcanzan contenidos de humedad de equilibrio superiores al 20% durante largos períodos de tiempo. Por ejemplo las construcciones en lagos, ríos o pantanos de agua dulce pero también los pilares en contacto con el suelo.
Clase de uso V: Situación en la que el elemento está permanentemente en contacto con el agua salada. La madera y sus productos derivados alcanzan contenidos de humedad de equilibrio superiores al 20% durante largos períodos de tiempo. Por ejemplo construcciones en puertos, playas o diques en contacto con el agua salada.
Para más información ver normas UNE EN 335-1, UNE EN 335-2 y UNE EN 335-3.
En función de la situación y de la clase de uso a la que vayamos a someter la madera, elegiremos un tratamiento adecuado u otro.
Tratamientos: se distinguen dos procedimientos para tratar la madera, una basada en la capacidad natural de la madera para absorber el protector, llamada forma pasiva, y otra basada en técnicas de vacío-presión, llamada forma activa.
En los métodos pasivos, con cantidades de producto absorbido irregulares y no controlables, se incluyen el pincelado, la pulverización y la inmersión breve.
Pincelado: el protector se aplica mediante pincel, brocha o rodillo. El líquido penetra por capilaridad obteniendo una protección superficial contra la acción de agentes bióticos y contra la fotodegradación.
Pulverización: el protector se aplica mediante pulverizador manual o mecánico. Con este tratamiento, y en función del tipo de protector utilizado, se consigue una protección superficial contra agentes bióticos y fotodegradación.
La pulverización es más eficaz que el pincelado, ya que se puede equiparar a 3 manos de pincelado.
Inmersión breve: tratamiento en el que las maderas se sumergen totalmente en un protector hidrosoluble durante un período de tiempo entre los 10 segundos y los 10 minutos, dependiendo de la especie, de las dimensiones y del tipo de protector. El protector se introduce en la madera por capilaridad desde la superficie hacia el interior.
Con este tratamiento y en función del tipo de protector utilizado se consigue una protección superficial contra la acción de agentes bióticos y fotodegradación.
La ventaja de este tratamiento frente al pincelado y la pulverización es que se consigue un mayor contacto entre las superficies de la pieza a proteger y el producto protector.
En los métodos activos, en los que la cantidad de producto absorbida se puede controlar con mayor precisión, se incluyen la inmersión prolongada, la difusión, la presión, el doble vacío y el tratamiento térmico.
Inmersión prolongada: tratamiento en el que las maderas se sumergen totalmente en un protector hidrosoluble o en disolvente orgánico, durante un período de tiempo superior a 10 minutos.
La duración de la inmersión depende del grado de protección que se desee alcanzar, de la especie de madera, de las dimensiones de las piezas, del contenido de humedad de las mismas y del tipo de protector utilizado.
Con este tratamiento se puede conseguir una protección media contra agentes bióticos y determinados agentes atmosféricos.
Presión: cualquier tratamiento que se realiza sobre madera con una humedad inferior al 28% en el que se hace penetrar el protector de manera forzada aplicando presión en un autoclave (cilindro metálico cerrado).
Con este tratamiento se consigue una protección profunda y se pueden utilizar todo tipo de protectores.
Presión-vacío: el objetivo de este sistema es conseguir la máxima retención del protector de la madera tratada.
La característica fundamental de este sistema es la realización de un vacío inicial, que extrae el aire del interior de la madera y facilita la entrada de producto.
Típicamente este sistema consta de tres fases: vacío previo para extraer parte del aire de la madera, inyección del protector a presión que ocupará el lugar del aire extraído y vacío final para regular la cantidad de protector introducida.
Doble vacío: tratamiento que consigue realizar una protección perimetral de la pared celular sin rellenar totalmente el lumen de las células.
Este tratamiento consta de tres fases: Vacío inicial para extraer la parte del aire de la madera, introducción del protector a presión atmosférica y vacío final para regular la cantidad de producto introducido.
Tratamiento térmico: tratamiento que consiste en someter la madera a temperaturas alrededor de los 200ºC durante un cierto período de tiempo.
Las altas temperaturas generan cambios químicos en la celulosa, la hemicelulosa y la lignina eliminando la materia utilizada por los hongos xilófagos para alimentarse, lo que mejora la durabilidad natural frente a estos agentes.
NOTA: La información contenida en este documento ha sido extraída del libro Protección Preventiva de la Madera escrito en el año 2000 por Fernando Peraza Sánchez y editado por la Asociación de Investigación Técnica de las Industrias de la Madera y Corcho.